Mi padre y yo hemos tenido la oportunidad de viajar para hablar de este vínculo, fundamental como difícil. En algún momento de nuestras charlas, solemos proponerle una sencilla pregunta: ¿Qué queremos los padres de nuestros hijos? La respuesta es invariable – Que sean felices.
A diferencia de otras preguntas que suelen obtener diversas y plurales respuestas, aquí hay una plena coincidencia. Más allá de la cultura de cada país, de la idiosincrasia de una sociedad en la que estemos y del estrato cultural al que nos dirijamos, esta respuesta surge siempre primera con rapidez y siempre con una unanimidad. Y eso es, claro está, porque es esencialmente cierta. Queremos fundamentalmente eso: que sean felices.
Desearlo no equivale a poder conseguirlo. Los padres no podemos hacer felices a nuestros hijos, no podemos darles todo lo que ellos querrán a lo largo de sus vidas. Lo que podemos hacer es darles las mejores herramientas para que ellos mismos puedan buscar su felicidad presente y futura. Esa tarea no es otra que es de educar. En ese camino nos encontraremos con muchas dificultades: reconocer cuales son las habilidades o herramientas que nuestros hijos necesitaran, identificar como sería una “buena vida” para ellos, lograr que valoren las herramientas que les ofrecemos. Todas estas son dificultades intrínsecas al proceso educativo que surgen de la propia intención de ayudarlos a que encuentren su felicidad. Es nuestra tarea de padres, sin embargo, nos encontraremos con otras dificultades que tienen un origen menos noble. Interferencias ocasionadas por otros deseos que los padres y madres tenemos respecto de nuestros hijos.
Si bien es cierto que su felicidad es lo que queremos principalmente, no es lo único que queremos de ellos. Tenemos también otros deseos y otras intenciones, digamos, más egoístas. Son los puntos en lo que, con cierta frecuencia, no le hacemos bien a nuestros hijos, los puntos en los que nos volvemos tóxicos.
TRES DESEOS QUE PUEDEN SER TÓXICOS
Yo he podido identificar tres deseos primordiales que los padres y madres tenemos respecto de nuestros hijos y que puede resultar tóxicos. En mayor o menor medida la mayoría tenemos estas expectativas que dejan, por ello, de ser toxicas. Como suelo decir: la normalidad no hace a la virtud.
1. ¿Por qué SON TÓXICOS ESTOS DESEOS?
Quizás no sea tan fácil de ver y requiera alguna explicación. En primer lugar, tenemos el deseo de que nos haga sentir orgullosos. El problema con esta intención es que es muy probable que nos sintamos orgullosos cuando lo que nuestro hijo o hija hace coincidir con nuestros propios ideales. Así, podemos acabar empujándolos a que respondan a nuestros mandatos y no a que encuentren su manera de hacer las cosas. El caso más evidente en el que se ponen en juego este conflicto es el de la elección de una actividad profesional, pero no es el único ni el más frecuente. Tomemos el caso del niño que tiene un berrinche en el restaurante, muchas veces podemos acabar reprendiendo al niño, no tanto para educarlo sino porque no soportamos la imagen que está dando de nosotros. No nos está haciendo sentir orgullosos y la reprimenda al final puede terminar siendo tóxica.
2. TENEMOS EL DESEO DE QUE NOS QUIERAN
Está claro que, en nuestra tarea de padres, en ocasiones tendremos que tomar decisiones que a nuestros hijos resulten fastidiosas. Si estamos demasiado pendientes de que nos quieran, es posible que eludamos sostener algunas de estas posturas impopulares puesto que comprendemos que se enojaran o incluso que perderemos una pequeña dosis de su amor. Podemos terminar haciendo entonces lo que nos da una mejor imagen ante ellos y no lo que, en realidad, creemos que es mejor para sus vidas. Ir mas allá de estas cuestiones es fundamental, por supuesto, para poderles que NO al innumerable cantidad de veces que habrá que hacerlo.
Atención: esto no significa que para hacer bien nuestro trabajo de padres de nuestros hijos deban odiarnos. No es necesario frustrarlos adrede “para que sepan quién manda” ni “para que sepan que no lo podrán tener todo”. Que no debemos perseguir tanto que nos quieran no implica que tengamos perseguir que nos aborrezcan. Si les decimos que NO, no debe ser para frustrarlos sino porque creemos de lo que pretenden es, a fin de cuentas, malo para ellos.
3. TENEMOS EL DESEO DE QUE SEAN DE AYUDA O QUE NO ESTORBEN
Este es el más difícil de identificar como toxico porque es egoísta. Educar es un trabajo muy demandante. Y con pocos respiros. Si lo que queremos que no nos molesten, pronto actuaremos con negligencia. No les prestaremos la atención que requieren para guiarlos, estimularles, acompañarles o advertirles de peligros. ¿Y qué hay el deseo de que ayuden? ¿Es acaso toxico decirles a los hijos que colaboren en la casa? Pues bien, depende de cuál sea nuestra intención. Yo puedo decirles a nuestros hijos que quiten los platos de la mesa al acabar para enseñarles responsabilidades o puedo hacerlo porque estoy harto de hacerlo yo – en cuyo caso los estoy utilizando –. Debemos ser sinceros con nosotros mismos a la hora de establecer cuál ha sido la verdadera motivación. Comparando la magnitud de estos tres deseos tóxicos con la del deseo de que sean felices formulé un valor que llame Índice de Toxicidad Parental (ITP) que mide cuan tóxicos somos como padres.
Conviene aclarar que nada tiene de malo sentirse orgullosos de nuestros hijos, ni que nos quieren muchos, ni que no nos molesten. Es el pretender estas cosas y actuar en función de conseguirlas lo que puede resultar toxico. Nuestro objetivo debería ser el de darles lo mejor que tenemos para ayudarlos a vivir mejor. Cuando lo hacemos bien acabamos, con bella ironía, sintiéndonos orgullosos, siendo queridos e, incluso, ayudados por ellos. Aunque ninguna de esas cosas haya sido nuestra meta.
CALCULAR TU INDICE DE TOXICIDAD PARENTAL
El ITP y su fórmula es, más bien, un juego que indicador científico. No hay trabajo que avale como medida confiable así que tómalo como una metáfora y un símbolo. He elegido todos los valores de forma arbitraria para señalar puntos que creo importantes.
Para calcular tu ITP, primero debes puntuar de 1 a 10 cuan intensamente sientes cada uno de los deseos:
1. ¿Cuánto deseo que mis hijos sean felices? (de 1 a 10)
2. ¿Cuánto deseo sentirme orgulloso de mis hijos? (de 1 a 10)
3. ¿Cuánto deseo que me quieran? (de 1 a 10)
4. ¿Cuánto deseo que no me estorben y/o me sean de ayuda? (de 1 a 10)
Al valor que hayas asignado a cada respuestas, los llamaremos respectivamente, N1, N2, N3 y N4.
Ahora ya puedes calcular tu ITP reemplazando los números en la siguiente fórmula:
ITP = (N2 + N3 + N4) : N1
Los resultados de la prueba son los siguientes:
Es menor a 1 IDEAL: Significa que tus otros deseos no tienen la fuerza suficiente para opacar tu intención de ayudarlos a construir su felicidad.
Entre 1 a 1,5 ACEPTABLE: Tus otros deseos tiene cierta preponderancia pero no llegan ser tóxicos. Es muy probable que en ocasiones te encuentres con actitudes que no resulten muy saludables pero el resultado global es nutritivo. De todas maneras, no está de más detenerse a pensar en esos casos y reconocer que intención se pone en juego.
Mayor a 1,5 ¡ATENCION!: Fíjate en cuales de los deseos son más fuertes. ¿Puedes identificar situaciones en las que un deseo en cuestión te haya influido en tus decisiones respecto a tus hijos? ¿Querrías haber actuado de otra manera? ¿Qué deberías trabajar para poner hacerlo?
Por Demian Bucay (Psicólogo, coautor del libro “Padres e hijos”) para Revista Mente Sana
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